Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán
Una de las cosas más maravillosas del arte es la posibilidad sin límite de recrear algún acontecimiento, hecho, objeto o suceso de muy distinta maneras y formas. Recientemente visitamos el Museo Iconográfico del Quijote en Guanajuato y uno sale con la sensación que la figura del caballero andante y su fiel escudero son infinitas.
De la misma forma después de ver Masacre en Columbine (Bowling for Columbine, Michael Moore, Estados Unidos: 2002) celebrado documental sobre la matanza de estudiantes perpetrado por dos alumnos dentro del Columbine High School en 1999. Moore para dar cuenta del acontecimiento nos relata con muchos detalles el arraigo a la cultura de las armas ( de las domesticas a las nucleares) y la violencia que tienen los Estados Unidos histórica, jurídica, económica y culturalmente. La disponibilidad de balas y armas está en cada centro comercial y supermercado. En la mente de los grandes actores, los videojuegos, los comics y los millares de Taxi drivers que pululan en Norteamérica. Después de ver este documental pensamos que ya todo estaba dicho sobre cómo se incubaban estos asesinatos colectivos y/o seriales. Pero no. Faltaban algunas vueltas a la tuerca.
Tan solo un año después el director cinematográfico, premiado en el festival de Cannes, Gus van Sant, con larguísimos planos secuencia nos hizo ver en forma más evidente el Elephant (Estados Unidos: 2003) que habitaba ya los salones de clase: la ausencia de una moral compartida que hace de los espacios escolares frágiles, vulnerables e ideales para la tragedia contemporánea.
Luego vino Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin, Lynne Ramsay: 2011), en la que presenciamos desde el nacimiento de Kevin, su desarrollo físico e intelectual hasta el padecimiento posterior al asesinato colectivo que va de la escuela a la casa perpetrado por este sicópata adolecente. La sociedad culpa a la madre, de los hechos trágicos que narra esta ficción, única sobreviviente de la familia. ¿Hasta dónde es culpable, esta señora, de un niño con inteligencia sorprendente para el mal? Después de esta película sobre todo en ámbitos escolares hemos tratado de evitar hablar del síndrome de Kevin, tal vez tratando de exorcizarlo con el silencio. Creo que no lo estamos logrando.

La película Beautiful Boy (Estados Unidos, Shawn Ku: 2010) va más lejos en el dolor de los padres ante hijos que se les escapan de las manos. En este film tenemos una familia de clase media norteamericana actual, compuesta por Bill, Kate y el hijo que recientemente ha ingresado a la universidad, Sammy. El padre trabaja en una oficina de negocios y ella por su cuenta corrigiendo el estilo de noveles escritores. Viven juntos en una hermosa casa en donde todo, en apariencia parece funcionar; pero no es así. En principio la pareja no es feliz: no duermen juntos, no comparten otros espacios, comen solos y preparan con desgano unas próximas vacaciones. Sammy, que es lo único que los ha hecho permaneces juntos está ahora, lejos de ellos, en su primer semestre de estudios superiores.
Por su parte él tampoco es feliz. Lee cuentos escritos por él, ante auditorios universitarios de egoístas, aburridos y evadidos estudiantes. Sammy se nota deprimido.
La única forma de contacto familiar es una llamada telefónica —una noche antes de la tragedia— en la que coinciden los tres en los respectivos auriculares, en la que terminan de planear las vacaciones a Miami. La coincidencia dura solo unos segundos. Sammy casi llora, pero se reprime y la madre lo instruye, el padre cuelga. Luego vendrá el asesinato colectivo de compañeros y el suicidio.
El foco ahora son los atormentados padres. Aquí comienza otra película en la que dos seres humanos infelices tienen que cargar una culpa sobre el vacío de su existencia. Sobre lo que creyeron que era el sentido de su mínima existencia se les revierte. La escasa felicidad que les proveía el hijo, se vuelve primero negación y posteriormente odio, persecución, señalamiento, suplicio mediático, alejamiento, ocultamiento, pena y exclusión. Entre todo eso y solo por una noche se recuentan afectivamente en un Motel en el que van a caer en su huida. Solo una noche para volver a desenlazarse. El padre que ha sostenido el duelo se desmorona.
En la película Beautiful Boy late todo el tiempo la incógnita sobre quien crea a los delincuentes: ¿La familia y los padres, de por si infelices, por el desarrollo de traumas infantiles por las ausencias o sobre cuidados?; ¿los medios de comunicación que luego usan estos hechos para subir el rating?; ¿los videojuegos de los que hay decenas de palancas en la recamara de Sammy? ; ¿La ausencia de amigos?; ¿la inoperancia de las instituciones para encausar las motivaciones individuales? ; ¿el miedo? o una sociedad en su conjunto, que en suma, se admira de lo mismo que crea, como estos niños hermosos convertidos en monstruos con armas.

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